lunes, 26 de marzo de 2012

El Paular


Monasterio de Santa María del PaularBien de Interés Cultural
Patrimonio Histórico de España
Declaración
Ubicación
Construcción
1390


Monasterio de Santa María de El Paular
El Real Monasterio de Santa María de El Paular fue durante 450 años un
Orígenes
Por orden de
conocía como Santa María de El Paular. Esta ermita aún sobrevive hoy aunque rebautizada como Capilla de Nuestra Señora de Montserrat.
Construcción
El proyecto contaba con tres edificios: el monasterio, la iglesia y un palacio para uso y disfrute de los reyes. En sus inicios se dieron cita diferentes maestros y arquitectos como Rodrigo Alfonso, que intervino también en la
La iglesia tomó forma final durante el reinado de
Lo mejor, sin embargo, es el retablo, realizado a finales del
La «serie cartujana» de Vicente Carducho
Por encargo del prior Juan de Baeza, entre los años 1626 a 1632,
Tras la devolución de los dos coros, obra de Bartolomé Fernández, que se custodiaban en la basílica de San Francisco el Grande de Madrid, quedaba la hermosa tarea de conseguir la restitución al claustro cartujano de los cuadros de Vicente Carducho. El Museo del Prado guardaba el mayor número de ellos, 17, seguido del Museo Provincial de La Coruña, 14. En el verano de 2006 finalizó lo que parecía imposible: la restauración de los 52 cuadros del ciclo. Ello se logró merced al tesón del estudioso alemán Werner Beutler, a la decisión de los responsables del Museo del Prado —en especial Leticia Ruiz—, y al ingente y perfecto trabajo llevado a cabo por las restauradoras del estudio ROA durante seis años. Téngase en cuenta que cada uno de los 52 «mediopuntos» mide 3,45 x 3,15 metros, y que el estado de conservación de casi todos era deplorable. Tras las importantes obras de restauración y climatización del claustro, culminó en verano de 2011 un sueño actual de la historia del arte: el retorno de la serie cartujana de Vicente Carducho a su sitio, el claustro de la Real Cartuja de Santa María del Paular.
Sobre este tema existe una espléndida monografía publicada en español en 1998 por Werner Beutler: Vicente Carducho en El Paular, 1998, editorial Verlag Locher, Köln. En ella, el autor detalla la vida de Carducho, la historia de la cartuja del Paular, y estudia uno a uno —aportando reproducción fotográfica— todos los cuadros del ciclo, analizando sus vicisitudes hasta nuestros días, el tema del cuadro y sus características pictóricas. Esta obra ha sido completada con un opúsculo del mismo autor, titulado El retorno de Vicente Carducho a El Paular, editado en 2006 con texto en español y alemán; opúsculo en el que narra y actualiza la gran aventura que está a punto de culminarse. Y en efecto, el 28 de julio de 2011 fue reinaugurado el claustro mayor del Paular, una vez que fueron colocados cada uno de los 52 "medio-puntos" en sus lugares de origen; dando por terminada felizmente esta auténtica aventura artística y religiosa.5 6
Varias versiones reducidas de estos cuadros, creídas modelos previos, se guardan en la Quinta de Selgas de Cudillero (Asturias), abierta al público como museo y gestionada por la Fundación Selgas-Fagalde.
La capilla del Sagrario
Las capillas y el tabernáculo forman un conjunto que se comenzó en 1718,7 reformando la antigua capilla de forma ochavada que existía para la exposición y adoración del Santísimo. El autor del proyecto de conjunto fue el cordobés Francisco Hurtado Izquierdo (1669–1725), que ya en 1702 había realizado el Sagrario de la cartuja de Granada, y es una de las obras barrocas más bellas de España. Comprende por una parte el tabernáculo o transparente propiamente dicho, que es una estructura exagonal que alberga un Sagrario monumental, construido en 1724 con mármoles de colores extraídos en canteras de Cabra, Priego de Córdoba, Granada y serranía de Córdoba. En él se colocaba una gran custodia barroca de 24 arrobas de plata, realizada por el cordobés Pedradas y que ocupaba el centro del tabernáculo, desaparecida probablemente durante la «Francesada». Y por otra parte, una capilla octogonal con cuatro capillitas y tres altares. En ellas se conservan tallas representando a diversos santos: Santa Catalina, Santa Águeda, San Juan, Santa Lucía, San Inés (entre las de San Joaquín y Santa Ana), así como las de los santos cartujos: San Bruno de Colonia, San Nicolás Albergati, San Hugo de Lincoln, y San Antelmo. La mayoría de estas tallas se deben a Pedro Duque y Cornejo (1677–1757), también autor de la célebre sillería del coro de la catedral de Córdoba, con quien fueron contratadas el 20 de mayo de 1725. El resto son del
vallisoletano Pedro Alonso de los Ríos. La parte pictórica, de la que hoy quedan pocos restos, la ejecutó, en 1723, el bujalanceño Antonio Palomino como final de su carrera.
Sala Capitular
Es una pieza rectangular cubierta con tres tramos de bóveda de ojivas. Durante la restauración del siglo XVIII, se colocó un falso entablamento adornado con angelotes y frutos policromados, así como con un escudo de Castilla en el muro occidental.
Posee un retablo también de estilo barroco, obra de Churriguera, con seis columnas salomónicas en el cuerpo central, adornado con angelotes y profusa vegetación. Presidía el retablo una bella estatua de San Bruno (hoy en la cercana iglesia de Rascafría) acompañado por San Hugo y San Antelmo, que siguen en sus respectivas hornacinas. Actualmente ocupa la capilla central del retablo una imagen de la Inmaculada que antiguamente estaba situada en la parte superior del arco de separación entre los coros de los hermanos y los monjes en la iglesia mayor del monasterio. En la parte central superior destaca la Crucifixión de un gran dramatismo.8
Actividad económica
Junto a la iglesia y el edificio del monasterio, los monjes cartujos poseían una extensa parcela de tierra que cultivaban con esmero y varios talleres artesanos. Durante siglos los monjes de El Paular explotaron eficazmente la pesca en el río Lozoya, los bosques de los alrededores, rebaños de ovejas y dos batanes, uno para la sierra de madera y otro para fabricar papel. Desde el siglo XV al siglo XIX casi todo el valle del Lozoya dependió en gran parte de la actividad agrícola, industrial y comercial del monasterio.
En el siglo XVII trabajaban en el batán del papel 40 obreros, y en él se fabricaron los pliegos de papel en los que —en el taller de Cuesta, en 1604— se imprimió la edición príncipe del Quijote. En el lugar donde se levantaba este batán existió hacia 1950 un albergue de la Sección Femenina, del que no quedan hoy más que ruinas. Lo que aún puede observarse, junto a una alameda que termina en el puente del Perdón, son los restos de los estanques y caceras que abastecían de agua a estos molinos.
Desamortización y abandono
En 1835 la desamortización de Mendizábal afectó de lleno al monasterio y la orden Cartuja fue exclaustrada. Buena parte de las obras de arte que el monasterio contenía se perdieron entonces, como, por ejemplo, los retablos y altares que decoraban las paredes de la iglesia y los miles de libros que albergaba su magnífica biblioteca. Ya sin monjes que ocupasen el claustro, en 1876, poco después de que Alfonso XII ascendiese al trono, el gobierno declaró al Real Monasterio de Santa María de El Paular como Monumento Nacional, lo que, probablemente, salvó al edificio de la ruina total. En 1918, la Dirección General de Bellas Artes creó la «Escuela de Pintores del Paular», que becaba la estancia de pintores durante los meses de verano en las antiguas celdas. Por entonces, esas celdas medio derruidas cobijan en verano también a hombres como el historiador Ramón Menéndez Pidal o el poeta Enrique de Mesa, y el monasterio comienza a ser el centro neurálgico de la actividad científica y montañera de los hombres de la Institución Libre de Enseñanza, fundada por Francisco Giner de los Ríos
Y al calor de ésta, en 1913 se funda la Real Sociedad de Alpinismo Peñalara, que hará de la torre entonces desmochada del Paular emblema de su revista mensual.
Durante la Guerra Civil, Rascafría y el Paular fueron ocupados por tropas del ejército republicano, que quemaron la iglesia del pueblo (como las de todos los pueblos del valle del Lozoya) y destrozaron lo poco que quedaba en la cartuja. Así, en el jardín del claustro existe un sepulcro de piedra con cubierta a dos aguas, que contenía los restos del obispo de Segovia don Melchor de Moscoso, que lo fue hasta su muerte en 1632, sepulcro que fue destapado y saqueado. Pasada la guerra, y sumido ya en el abandono, en 1954 el gobierno del general Franco cedió el monasterio en usufructo vitalicio a la orden benedictina (en la escritura de cesión a los benedictinos se dice textualmente «al no haberse podido hacer cargo de ella la orden de los cartujos»). Y según ello, vinieron doce monjes procedentes de la abadía de Valvanera, en La Rioja, queriendo hacer del Paular un centro de expansión de religiosidad y de cultura desde el espinazo de España. Comienza entonces un plan de restauraciones que continúa en la actualidad. Ocho monjes de la orden de San Benito mantienen hoy vivo el viejo cenobio.
El Paular hoy
En la actualidad los monjes siguen ocupando una parte del monasterio, la que queda a la izquierda de la iglesia. El palacio se reconvirtió en un hotel. Tanto el monasterio de El Paular como sus alrededores son destino habitual de los habitantes de Madrid para escapar de la ciudad. Frente al monasterio se encuentra el Arboreto Giner de los Ríos y el Puente del Perdón, construido en el siglo XVIII, que salva el curso del río Lozoya.
El entorno de El Paular es privilegiado desde un punto de vista natural. Al hecho de estar rodeado por montañas que superan los 2.000 metros de altura, se suma la generosa vegetación que tapiza el fondo del valle, compuesta por árboles de hoja caduca tales como robles, fresnos o álamos.
Paseando al atardecer por el fondo del valle, entre el Lozoya y la tapia de la antigua cartuja, resuenan aún los versos anónimos de un monje del Paular:
Todavía hay un valle
y una tarde serena.
Y lejos, una campana
que suena en la serena  tarde, todavía.
Monasterio de El Paular (Rascafría)
El Real Monasterio de Nuestra Señora de Santa María de El Paular, monumento declarado Histórico Artístico Nacional, es la joya arquitectónica del Valle Alto del Loyoza. Su majestuoso porte se levanta en un marco natural incomparable, a unos dos kilómetros del casco urbano de Rascafría, y sus orígenes se remontan a agosto de 1390, cuando comenzó a construirse la que fuera la cartuja pionera de Castilla (y sexta de las fundaciones cartujanas de España) por deseo de Enrique II quien, poco antes de morir, así lo expresó. Su hijo Juan I colocó la primera piedra y, a continuación, fueron varios los arquitectos que intervinieron en el proyecto –Juan Guas, Rodrigo Gil de Hontañón, Francisco Hurtado y Vicente Acero– hasta que se concluyeron las obras en 1442, bajo el reinado de Juan II.

Durante los primeros cuatro siglos y medio, la cartuja alcanzó un importante esplendor económico y cultural y se convirtió en una de las más poderosas de toda Europa. Ejemplo de ello fue el hecho de que, en 1515, costeó la construcción de la cartuja de Granada. Además, de su molino de papel, el primero que existió en Castilla, salió el papel que se utilizó para imprimir la edición príncipe de la primera parte de El Quijote.

Sin embargo, su época más gloriosa se vio frenada por la Ley de Desamortización en 1834. El Paular vivió años duros, pasó de unas manos a otras, tuvo diversos usos y perdió parte de su patrimonio artístico hasta que se produjo la definitiva adquisición estatal.

Finalmente, se produjo la recuperación de El Paular para la vida monástica. En el año 1954, se instaló en él la pequeña comunidad benedictina que, en la actualidad, lo sigue ocupando. Sus más de 600 años de historia se mantienen en un estado envidiable y el monasterio conserva un importante legado artístico. La principal joya de El Paular es el retablo mayor de la iglesia –de una sola nave, planta y exterior isabelinos y un atrio de planta cuadrada cubierto por una bóveda gótica de crucería de terceletes–, una gran pieza de estilo gótico que data de finales del siglo XV. Está hecho en alabastro policromado y compuesto por 16 escenas. El conjunto destaca por su sencillez estructural y por su abundante decoración y ocupa todo el fondo del presbiterio.

De gran valor es también el Transparente, capilla barroca que acoge el Sagrario y luce una recargada decoración a base de mármoles, columnas salomónicas, pilastras prismáticas y numerosas estatuas. Está compuesto por dos estancias escalonadas detrás del ábside.

Otros elementos interesantes del monasterio son el claustro original del siglo XV, el refectorio, la biblioteca y los patios, como el de la Cadena, espacio ajardinado que sirve de acceso al monasterio y puede considerarse uno de los atrios monacales más bellos de Europa. Tiene, desde 1625, un esbelto crucero de piedra sobre cuatro escalones que está constituido por una columna con capitel renacentista y a su lado hay una elegante y sencilla fuente de brocal redondo y seis surtidores.

Al este del patio, está la puerta de entrada al patio del Ave María –que actualmente es el

núcleo principal del hotel Sheraton Santa María de El Paular–. Y al norte se encuentra la capilla de los Reyes, construida en el siglo XIV sobre la primitiva ermita de Santa María. Es de planta cuadrada y está cubierta por una bóveda de crucería. Alberga un pequeño altar barroco con una imagen moderna de la Virgen de Montserrat.

Además, desde julio de 2011, El Paular vuelve a acoger la serie de 52 pinturas barrocas del siglo XVII (realizadas entre 1626 y 1632) obra del artista toscano Vicente Carducho. Estas regresan al monasterio tras más de 150 años. Salieron de él con la desamortización de Mendizábal para recaer en el Convento de la Trinidad. Después, se dispersaron y llegaron a A Coruña, Burgos, Valladolid, Córdoba, Tortosa... Incluso, durante la Guerra Civil, se perdieron dos de ellas.
Catedral de Toledo, el morisco Abderramán, a quien se debe el refectorio gótico-mudéjar y Juan Guas, responsable del atrio y la portada de la iglesia y del claustro de los monjes, que cuenta con un templete octogonal muy característico que alberga en su interior una fuente. Un siglo después, a finales del siglo XV, Juan y Rodrigo Hontañón trabajaron en El Paular. La portada de acceso al patio del Ave María en el palacio se debe a Rodrigo Gil de Hontañón.Isabel la Católica (1475–1504) y es la parte más sobresaliente de todo el conjunto. La reja que separa los fieles de los monjes fue realizada por el fraile cartujo Francisco de Salamanca y es una obra maestra en su género. La sillería del coro se repuso en el año 2003 en su actual y original ubicación, que en el año 1883 había sido trasladada a la Basílica de San Francisco el Grande de Madrid. Esta sillería, de madera de nogal, fue tallada en el 2siglo XVI por el segoviano Bartolomé Fernández, que también fue el creador de la sillería de la iglesa del monasterio de El Parral en Segovia.3siglo XV en alabastro policromado. Recrea una serie de 17 escenas bíblicas con un extraordinario detalle. Según parece, fue una obra ejecutada en Génova, de donde la mandó traer su donante, Juan II de Castilla, aunque otras fuentes apuntan a que fue labrado in situ por artistas de la escuela de Juan Guas durante la última década del siglo XV. Así podría demostrarlo la gran cantidad de desechos del mismo alabastro que el del retablo que se arrojaron al patio de Matalobos para terraplenar determinado lugar (algunos parcialmente labrados) y que han aparecido con motivo de recientes obras. Está perfectamente conservado, y recientemente ha sido objeto de una cuidadosa limpieza, que le ha devuelto todo su esplendor. En la actualidad, para separar en la nave de la iglesia las partes antes reservadas a monjes y a conversos, se han instalado dos grandes pinturas de 4Luis Feito (Madrid, 1929) que despegan, tal vez, del entorno.Vicente Carducho —coetáneo de Velázquez y como él pintor regis— pintó para los 54 huecos del claustro del Paular otros tantos grandes cuadros sobre la vida del fundador de la orden, San Bruno de Colonia, así como la historia de la orden cartuja, que constituyen una página de gloria de la pintura universal. Tras la desamortización en 1835, fueron arrancados y repartidos entre diversos museos e instituciones, pero sorprendentemente se conservaron en España casi todos: 52. Los dos que faltan fueron quemados durante la guerra civil por los republicanos en Tortosa, Tarragona, en cuyo Museo Municipal se hallaban depositados.monasterio cartujo, desde su fundación en 1390. Actualmente, desde 1954, es una abadía benedictina. Está situado en el municipio de Rascafría, en la vertiente madrileña de la Sierra de Guadarrama, en la Comunidad de Madrid (España).Enrique II de Castilla las obras de construcción del cenobio cartujano dieron comienzo en 1390 y se prolongaron durante varios siglos. Fue la primera fundación de la orden de San Bruno en Castilla. La ubicación fue elegida por el monarca y, según cuenta la tradición, decidió que el monasterio fuese de la orden cartuja debido a que, durante la guerra en Francia, su ejército había incendiado un monasterio de la misma orden. Enrique II se ocupó de señalar a su hijo, que reinaría como 1Juan I de Castilla, el lugar exacto de la construcción, junto a una ermita que se

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